La irrupción de Internet a finales del siglo pasado supuso una importante sacudida a ciertas preconcepciones en torno a las relaciones entre ciencia, tecnología, cultura y política. Las nuevas redes sociales y herramientas de comunicación online facilitaron la proliferación de nuevas comunidades y grupos de intereses. Las formas de conocimiento propiciadas por estas comunidades –abiertas, colaborativas, amateur, ciudadanas– supusieron en muchos casos un desafío a los modelos y las instituciones clásicas de la gobernanza de los saberes. Con ellas llegó una crisis generalizada de los saberes “expertos”, una expansión subsecuente de la noción de “autoridad”, nuevas formas y retóricas del poder, del conocimiento, de la propiedad intelectual, de lo público, lo privado y lo común.